2 de abril de 2009

Schubert - Sonata para piano D 960




Retomo de nuevo la "música clásica" y lo hago con Franz Schubert y su sonata para piano D 960.
La última sonata, D. 960 en si bemol mayor, compuesta en 1828, poco antes de su muerte, marca sin duda una de las cimas del compositor y de toda la literatura pianística.
El centro de gravedad lo constituye el Molto moderato inicial. El tema, una bella melodia contemplativa, profundamente melancólica y al mismo tiempo de una impresio­nante serenidad, adquiere tintes dramáticos en el siniestro trino que la cierra, en el registro más grave. Ese mismo tema termina por afirmarse en fortissimo para más lírico. El desarrollo, que em­plea ambos temas, es de una ima­ginación y riqueza de modulacio­nes extraordinaria, que culmina en un enérgico fortissimo tras el que surge, en un magistral efecto dramático, el siniestro trino que cerraba el motivo inicial. La coda aparece plagada de silencios inte­rrogantes y el tema principal, con reiteradas apariciones del trino, que aquí parece decididamente fa­tídico, se desvanece en una nebu­losa similar a la que rodeó el co­mienzo. La intensidad no decae en el Andante sostenuto, de estructu­ra tripartita y en el que sólo la mú­sica de la sección central parece traer algo de luz a las más dolien­tes secciones extremas. El final, en un pianissimo etéreo, nos devuel­ve al clima de tristeza con que con­cluyó el tiempo inicial, y que nos recuerda la afirmación del compo­sitor: «¿Existe realmente lo que se ha llamado música alegre? Yo no la conozco». Ligero y refinado, el refrescante scherzo parece elevar­se como algo casi irreal y huidizo. Por fin, el Allegro ma non troppo final, que combina las formas ron­dó y sonata, debuta con un motivo tan delicioso como aparentemente intrascendente, al que sigue otro, más sereno, que parece recuperar por momentos la atmósfera del tiempo inicial. La brusca irrupción de rotundos acordes antes mencio­nada trae consigo una inusitada tensión, que abre la puerta a un pasaje en el que brilla la imagi­nación schubertiana para las mo­dulaciones. Tras recuperarse en la reexposición el clima del comienzo, Schubert parece rendir un último homenaje a Beethoven en la coda, un arrebatado Presto con el que culmina la obra de forma brillante y rotunda.
(Rafael Ortega Basagoiti)

Coloco en esta entrada un youtube de 33 vídeos con un muestrario de varias interpretaciones:


Enlace



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente entrada y excelente blog. Estoy estudiando esta maravillosa sonata y andaba buscando la versión de Richter, de la cual me encante el tempo en que la coje. Te agradecería mucho si actualizaras el link.
Un abrazo y sigue así!

Deiby dijo...

brillante análisis, en mi opinión, Schubert y Mahler son los músicos que mas lejos en el infinito han sabido llevarme.