12 de junio de 2008

Beethoven - Sinfonía nº 7 - Giulini






Ahora toca viajar al siglo XIX y escuchar a Beethoven: Su séptima sinfonía.

La Séptima Sinfonía en La mayor (Op. 92) aparece en 1813; el sordo maestro se empecinó en dirigirla en su estreno, con tragicómicos resultados. Pero la crítica reconoció una nueva genialidad de Beethoven; aún hoy hay expertos que la consideran como la mejor de sus sinfonías. Richard Wagner, otro ferviente beethoveniano, calificaría a la Séptima como la “apoteosis de la danza” por su implacable ritmo dancístico y notable lirismo, particularmente hondo en su célebre segundo movimiento. Es una obra de gran potencia.

Ludwig van Beethoven comenzó a trabajar en la Sinfonía nº 7 en La mayor (Op. 92) en 1811, cuando estaba en la ciudad bohemia de Teplice, intentando mejorar su salud. La obra sería terminada en 1812 y Beethoven dedicó la composición al conde Moritz von Fries.

La obra fue estrenada en Viena el 8 de diciembre de 1813 durante un concierto de caridad para los soldados heridos en la Batalla de Hanau. El propio Beethoven dirigía la orquesta y Louis Spohr se contaba entre los violinistas. La pieza fue muy bien acogida por la crítica del momento y el allegretto tuvo que ser repetido el día de su estreno.

La orquesta necesaria para interpretar la obra debe de contar con 2 flautas, 2 oboes, 2 clarinetes en La, 2 fagots, 2 trompas en La, Mi y Re, 2 trompetas en Re, timbales y cuerdas.

La Séptima Sinfonía tiene cuatro movimientos:
I. Poco sostenuto — Vivace
II. Allegretto
III. Presto
IV. Allegro con brio
La interpretación suele durar 34 minutos aproximadamente.
Tras una introducción lenta (como en la Primera, la Segunda y la Cuarta sinfonías) el primer movimiento está escrito según la forma sonata y en el predominan los ritmos danzables y alegres.
El segundo movimiento, en La menor, es "lento", aunque el tiempo marcado por el compositor sea un Allegretto, haciéndolo lento sólo en comparación con los ortros tres movimientos. En el estreno el público pidió que se repitiera la interpretación de este movimiento, que ha sido muy popular desde entonces. El ostinato (tema rítmico repetido) de una negra, dos corcheas y dos negras es oído repetidamente.
El tercer movimiento es un scherzo que sigue la forma ternaria. Esta forma (basada en los himnos religiosos de pastores austríacos ) es tocada dos veces. Esta expansión de la estructura A-B-A de la forma ternaria para convertirse en A-B-A-B-A fue bastante común en las obras de Beethoven durante este periodo, al igual que en la Sinfonía nº 4 y en el Cuarteto para cuerda nº 8.
El último movimiento también presenta la forma sonata. Se piensa que este movimiento puede representar una fiesta o la furia del dios Baco, entre otros motivos.
(De Wikipedia)

Aquí dejo un enlace de la partitura


La versión escogida es la de Carlo Maria Giulini dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Chicago en 1972 (CD EMI)

Para mí es una de las mejores versiones escuchadas, si nó la mejor. Versión, sentida, serena, de gran musicalidad, majestuosa, profunda.... en fin, Giulini en sus mejores momentos.

2 de junio de 2008

Fausto Romitelli - An index of metals




Y ahora... al siglo XXI; con Fausto Romitelli y su ópera An index of metals.

A pesar de su breve existencia, Fausto Romitelli (1963-2004) se ha convertido con plena legitimidad en un autor de culto. Depositario de un lenguaje absolutamente único en el panorama de la creación musical más reciente, supo conjugar su inicial formación espectralista con los ecos electrificados de las músicas de masas (rock, heavy metal…) logrando unos resultados de fascinante y perturbadora comunicatividad.

An index of metals, es una ópera creada por el compositor italiano Fausto Romitelli (1963-2004) poco antes de su prematura muerte. Esta ópera surge «de una necesidad de unión de muchas vías», entre las que se puede descubrir a Pink Floyd y a Franco Donatoni, maestro de Romitelli.
An index of metals habla de «la materia incandescente, a la vez sonora y luminosa, de un magma de sonidos» y lo hace de una forma «abstracta y violenta», mezclando «la música espectral con la distorsión del rock y el techno, pues Romitelli miraba hacia adelante y hacia atrás al mismo tiempo», según explicó Pachini.Todo ello, articulado en torno a un texto -aquí no hay libreto- de la escritora italo croata Kenka Lekovich. Un texto que cuenta «a través de fragmentos la historia de una heroína que se hunde en la materia hasta llegar a una crucifixión o desintegración metálica», en palabras de Pachini, colaborador de Romitelli.

Como fascinante viaje lisérgico podría definirse ésta que sería la última obra de Fausto Romitelli, la vídeo-ópera An Index of Metals compuesta pocos meses antes de su desaparición, en 2003, a los 41 años. Antes que nada señalar que se trata de un trabajo de difícil categorización aunque apasionante para los amantes de las experiencias sonoras más inesperadas, aquellas que no dejan de plantear constantemente preguntas en lugar de seguir caminos mil veces transitados. ¿Qué es lo que tiene de entrada diferente A Index of Metals? Quizá la búsqueda de un nuevo lenguaje musical de rigor incuestionable que debe tanto a las gramáticas contemporáneas de las últimas décadas (Romitelli se formaría, entre otros, con Franco Donatoni) como a ciertos engranajes sonoros provinientes en su mayor parte del rock o -no pongan esa cara, por favor- del techno; en este sentido resultan sintomáticos esos intermezzi, ''apropiaciones'' de las crepitantes estructuras de los finlandeses Pan Sonic, auténticas bestias pardas de la electrónica moderna, o el que la obra comience con el Shine on you, crazy diamond, de Pink Floyd. Pero hay más. Está también el uso de los intrumentos eléctricos -psicodélicos acordes de guitarra, algún feed-back- o el modo de vocalizar de la cantante, que nos sitúa en similar longitud de onda a la de oscuros grupos progresivos británicos de los setenta. Sonoridades eléctricas y electrónicas, pues, pero también otras producidas por instrumentos acústicos, como las de ese magnífico piano cuyas sinuosas figuras están en la base de diversas secciones (en Drowningirl III, por ejemplo), todas ellas suministradas por un conjunto Ictus de, no podría ser de otro modo, fuerte personalidad interpretativa.Mezcla de timbres, amalgama de lenguajes, narcótica y mórbida sensualidad, sustancias en constante metamorfosis, temas que parecen desplegarse en formato pop: son algunos de los aspectos que pueden servir para describir el estilo de Romitelli en A Index of Metals, dividida en cinco partes correspondientes a otros tantos procesos de transformación de los metales y, al mismo tiempo, de las enrarecidas sensaciones de un misterioso personaje femenino. De especial interés vienen a ser esas texturas líquidas, mercuriales, conseguidas mediante glissandi y escalas lánguidamente descendentes, que nos introducen en el universo de la materia delicuescente y de la alucinación (Hallucinations, precisamente, se titulan dos de las secciones). Por otra parte estamos ante una extraña vídeo-ópera cuyas imágenes, elaboradas por Paolo Pachini y Leonardo Romoli, establecen una enigmática relación con lo musical, remitiendo a la mayor abstracción a partir de hermosas iridiscencias lúmínicas, solarizaciones, juegos cromáticos, ampliaciones de microdetalles objetuales hasta cobrar intenso valor plástico, confundiendo incesantemente nuestra percepción (el trabajo se presenta a la vez en CD -sólo música- y en DVD -música e imágenes-). En fin, que se trata de un artefacto sonoro y visual de singular rareza pero emisor de secretos influjos, el cual nos hace sin duda lamentar la temprana muerte de Fausto Romitelli, ocupado hasta el final en cierto proyecto sobre La historia del ojo de Bataille que, ay, ya nunca nos será dado escuchar.
Conde Fosco