28 de noviembre de 2007

Bill Evans







De la música orquestal del siglo XX al jazz. Y traigo al blog a un gran jazzman y estupendo pianista. ¡A Bill Evans!

Bill Evans (Plainfield, 16 de agosto de 1929 - Nueva York, 15 de septiembre de 1980), pianista estadounidense de jazz. Su obra abarca el cool, el post-bop y la música modal. Está considerado como uno de los más importantes pianista de jazz de la historia. Su influencia se puede percibir en numerosos pianistas como Brad Mehldau, Chick Corea, Keith Jarrett y Herbie Hancock.

Evans es un pianista que parte del impresionismo de Debussy y Ravel, y trae al jazz una influencia de corte clásico europea, llena de lirismo, relajación e introversión (de él dijo Gene Lees que era un "poeta del piano"). Una parte de las críticas que se le ha dirigido está encaminada a recordar su dificultad para el swing y un apartamiento excesivo de las raíces africanas del jazz. Por otro lado, también se le ha reprochado un considerable efecto de monotonía en una audición global de su obra, debido a su apegamiento riguroso a un determinado estilo. Una de sus principales aportaciones es la consecución de tríos jazzísticos en los que el piano entraba en un auténtico diálogo con la batería y el bajo.
En una ocasión tuvo que aceptar un contrato con el Village Vanguard de Nueva York, y por ese tiempo tenía el brazo derecho inmovilizado, así que tuvo que tocar durante varias semanas con el izquierdo, ayudándose con el pedal.

Nacido y crecido en New Jersey, Evans fue a la Southeastern Louisiana University con una beca de flauta, y allí recibió clases teóricas, tocó en la banda y jugó al fútbol americano. Graduado en piano en 1950, comenzó una gira con la Herbie Fields band, pero fue llamado pronto a filas y terminó tocando en la Fifth Army Band cerca de Chicago. Tras tres años de servicio, llegó en 1954 a Nueva York, tocando en el cuarteto de Tony Scott y con el guitarrista Mudel Lowe, y emprendiendo estudios de posgraduado en el Mannes College, donde se encontró con el compositor George Russell y sus teorías sobre jazz modal. Hacia 1956, había grabado ya su primer álbum como líder para la compañía Riverside, New Jazz Conceptions, todavía dominado por el estilo bebop del maestro de pianistas Bud Powell, pero presentando ya la que iba a ser su composición más conocida, "Waltz for Debby", que había escrito durante su estancia en el ejército.

En poco tiempo tocó con Charles Mingus, Art Farmer, Lee Konitz y Oliver Nelson y más tarde, en el 58, recibió el “Premio al pianista revelación”. De todas sus colaboraciones, las más significativas fueron con George Rusell (arreglista), Art Farmer y Hal McKusick en “Concerto for Billy The Kid”.
En la primavera de 1958, Evans comenzó una colaboración de ocho meses con el Miles Davis Sextet, ejerciendo una poderosa influencia sobre Davis. Aunque abandonó al trompetista en el otoño, exhausto por las presiones y ansioso de formar su propio grupo, estuvo profundamente involucrado en la planificación y ejecución del disco Kind of blue (editado en 1959), contribuyendo con ideas sobre el estilo, la estructura y la improvisación de tipo modal, y colaborando en varias de las composiciones. Kind of Blue -el mayor éxito de ventas nunca obtenido por un disco de jazz acústico - contiene las que quizá son las más conmovedoras interpretaciones de la carrera de Evans.
Evans volvió a la escena como líder en diciembre de 1958 con el álbum Everybody Digs Bill Evans, que incluye el famoso tema "Peace Piece". Su imagen quedó completamente definida cuando trabajó junto con Paul Motian (batería) y Scott LaFaro (contrabajista). Este trío reinventó el concepto de interpares dando tanto protagonismo al contrabajo como al piano, rompiendo los conceptos de instrumento solista y acompañantes. El contrabajo pierde casi por completo sus funciones metronómicas. Con este grupo, Evans se convirtió en una estrella. Por desgracia, LaFaro murió prematuramente a los 25 años; Evans pasó una año de retiro. Regresó la primavera siguiente con Chuck Israels como su bajista; tocó en dúo con el guitarrista Jim Hall y en una sesión de swing en quinteto, Interplay, con Hall y el trompetista Freddie Hubbard.
Tras grabar con Verve en 1962, Evans fue animado por el productor Creed Taylor a continuar grabando en los más variados formatos: con la big band de Gary McFarland, con una orquesta con arreglos de Claus Ogerman, con Stan Getz, etc. En 1967 grabó un par de discos a dúo con Tony Bennet, por los que ganó un Grammy. El experimento más destacable fue Conversations With Myself, una sesión en la que Evans tocó un segundo y un tercer piano sobre el primero. Su única concesión al emergente jazz-rock fue en 1970, tocando el piano eléctrico Rhodes. Luego, su carrera está vinculada a numerosos tríos. Tras Verve, Evans grabaría para Columbia (1971-1972), Fantasy (1973-1977) y Warner Bros (1977-1980). Su último trío con Marc Johnson y La Barbera ha sido considerado el mejor desde el que formó con LeFaro y Motian.
Murió debido a una insuficiencia hepática y a una hemorragia interna provocadas por la drogadicción a la heroína y cocaína.
(de Wikipedia)

He escogido un youtube de 8 vídeos con una selección de su obra.

16 de noviembre de 2007

Einojuhani Rautavaara



Vuelvo al siglo XX y lo hago con Einojuhani Rautavaara, compositor finlandés, con ciertas connotaciones sibelianas.

En este compositor influyen: la gigantesca figura de Sibelius, siempre admirada, los rusos Shostakovich y Prokofiev, Bartok y su sublimación musical del folklore, una confesada predilección por los maestros franceses del siglo XX, especialmente Debussy y Messiaen, el magisterio centroeuropeo de Vogel, intermediario que le acerca al expresionismo vienés. Todas estas influencias proporcionan una vasta sabiduría a Rautavaara, no para indagar en el mero experimento sonoro, sino más bien para contar sus peculiares historias musicales.
Casi todas las obras de Rautavaara esconden una personalísima motivación, una vivencia personal, una imagen, un poema, un sueño, argumentos más que suficientes para dar rienda suelta a la expresión musical. Uno de sus temas de inspiración es el de los ángeles; se diría que el símbolo angélico representa un espacio fronterizo, un vértice donde la misma realidad tiene dos rostros, uno bello y otro siniestro. El compositor suele utilizar una gran variedad de recursos expresivos y el desarrollo de una armonía modal, tan querida por los compositores nórdicos, que aporta una atmósfera específica de indudable magnetismo.

Por su interés adjunto el siguiente artículo de Juan Hitters:

"Finlandés contemporáneo (nació en 1928), esta figura nacional (es muy reconocido en su país) estudió con Aaron Copland en Nueva York y su estilo es difícil de sintetizar. Ha compuesto desde música de cámara y orquestal (ocho sinfonías, conciertos para varios instrumentos, poemas sinfónicos) hasta varias óperas y música coral. A pesar de haber realizado un extraño camino desde la música serial hasta la neo-romántica, creo que existe un cierto sonido Rautavaariano. Maravillosos paisajes sonoros invitan a una lectura espacial de sus trabajos (podemos escuchar ciertos rasgos de Sibelius en sus composiciones orquestales), que invitan a ser transitados como si de viajes se tratara (de hecho, su última sinfonía lleva el nombre de El viaje).Milan Kundera ha comparado a la música sinfónica con un viaje a través de un mundo sin fronteras. Esta percepción de la experiencia sonora como un recorrido a través de un espacio imaginario, es sín duda una característica de la música de Rautavaara, y me recuerda las propuestas de Robert Fripp (sus soundscapes) y los trabajos de Harold Budd junto a Andy Partridge y Brian Eno. Los doce tonos de la escala cromática no son más que el vocabulario de la música del siglo XX, pero es la sintaxis que uno utiliza al construir la música donde reside el desafío. Este planteo es el que busca resolver Rautavaara en toda su obra, intentando mantenerse ajeno a las modas y restricciones de las orientaciones academicistas que han imperado en los diferentes momentos del siglo XX. Ahora, a la música. ¿Por dónde empezar? Su obra orquestal más conocida es su Cantus Arcticus Op. 61, concierto para pájaros y orquesta. Esta obra es ya un mojón en la historia de la música finlandesa y podemos hablar de un clásico moderno. Hay varias grabaciones, todas ellas muy buenas, y es probable que sea éste el mejor lugar para entrar a su universo. Compuesta en 1972, se trata de un concierto en el que se enhebran grabaciones de cantos de pájaros con la textura de las cuerdas y los vientos. Es “listener-friendly” y muy original. Forma parte de un CD maravilloso tocado por la orquesta de Lahti dirigida por Osmo Vänskä. Este CD tiene además otras dos obras que hacen un muy buen trío introductorio, con acento en los vientos. El Concierto para flautas y orquesta “Danza con los vientos” Op. 69 (1974) es uno de sus mejores conciertos. Cuatro movimientos orquestados de manera muy bella, con estupendas intervenciones de Petri Alanko en cuatro tipos de flautas, lo convierten en uno de mis preferidos. Respecto de la última obra que forma parte de este CD, se trata de la Sinfonía No. 7 “Angel de la luz” (1994/95). Ésta es mucho más reciente y se trata nuevamente de un clásico moderno. Existen varias grabaciones, de las cuales la de Segerstam dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Helsinki ha obtenido un Grammy. De todas maneras, sigo eligiendo la version de la orquesta de Lahti bajo la batuta de Vänskä. Esta orquesta especialista en Sibelius, posee un sonido prístino y consigue una identidad poco común. Las sinfonías son un recorrido interesante ya que son un terreno en el que Rautavaara experimentó los diversos intereses que marcaron su evolución. Cada una muestra una inquietud nueva, desde la austera y fría Sinfonía No. 2 (1957) hasta la Bruckneriana Sinfonía No. 3 Op. 20 (1959), consigue en la Sinfonía No. 5 de 1985 sintetizar algo de ambos mundos. La Sinfonía No. 6 (1992) es una hija orquestal de su ópera Vincent y explora nuevos paisajes sonoros mediante el uso de sintetizadores. La Sinfonía No. 8 “El Viaje” (1999), corre por el mismo carril de la 7, de la cual hablamos anteriormente, pero con cierta sensación de inevitabilidad, de movimiento propulsor, que me recuerda a la 5ta Sinfonía de Sibelius. Todas ellas fueron grabadas en el sello Ondine por Segerstam junto a la orquesta de Helsinki o por Max Pommer con la de Leipzig.Los conciertos son fascinantes. Más allá del concierto para flautas, Rautavaara ha compuesto conciertos para casi todos los instrumentos clásicos. El Concierto para arpa y orquesta (2000) es extremadamente bello. Me recuerda quizás la riqueza del Concierto para arpa y orquesta de Ginastera en lo referente a las sonoridades exóticas que ambos obtienen en la yuxtaposición del arpa y las cuerdas. La grabación de Marielle Nordmann en arpa junto a Helsinki/Segerstam es estupenda. El Concierto para violín y orquesta de 1976 es maravilloso. Con fuertes reminiscencias de su maestro Copland, este concierto en dos movimientos es una de sus obras más logradas. De las dos versiones que conozco, la de Elmar Oliveira con la orquesta de Helsinki dirigida por Segerstam es quizás la que más me gusta, si bien nuevamente la orquesta de Lahti bajo la batuta de Vänskä, con Jaako Kuusisto en violín hace un trabajo especial.Un Concierto para cello Op. 41 de 1969 mucho más tradicional, no deja de ser agradable; pero es su reciente Concierto para clarinete y orquesta (2001) la obra que corona una producción concertante estupenda. Grabado por el célebre Richard Stoltzman con la orquesta de Helsinki, otra vez dirigida por el vikingo Leif Segerstam de manera superlativa, lo convierten en otro de los discos a tener. Tres conciertos para piano compuestos a lo largo de su vida muestran un Rautavaara nuevo en cada fase. El Concierto para piano y orquesta No. 1 (1969) es sorprendente en el uso de las sonoridades extremas del piano. Harto del sonido austero que imperaba en los círculos académicos, dominado por una ética serialista que encontraba anémica y estructurada, Rautavaara se excede en las líneas del piano creando un concierto inolvidable, lleno de vida y expresión. Estupendamente ejecutado por Laura Mikkola junto a la Orquesta Nacional Escocesa dirigida por Hannu Lintu; esta grabación cuenta además con el beneficio de una buena version del Cantus Arcticus y una estupenda Sinfonía No. 3. Su más reciente Concierto para piano y orquesta No. 3 es claramente neo-romántico y ancla en el Concierto para piano y orquesta No. 3 de Bela Bartok. A mi criterio, en ambos casos se pierde algo del ímpetu de los antecesores. Pero la versión de Ashkenazy en el piano, dirigiendo a Helsinki al mismo tiempo, es agradable y está muy bien ejecutada. Los poemas sinfónicos de Rautavaara son nuevamente en la línea de Sibelius pero con una nueva sonoridad, mucho más contemporánea. Tres de ellos son estupendos: Isla de Bliss (1995) es una experiencia arrolladora, plena en sonidos únicos. Anadyomene (1968) invita a la contemplación en sus tranquilos tonos y Jardines de otoño (1999) es un Rautavaara más sedentario, que se conecta con percepciones más cotidianas. Los dos primeros fueron grabados por Helsinki y Segerstam, mientras que Jardines de otoño forma parte del CD que contiene la grabación de Ashkenazy del Concierto para piano Nº 3 y por consiguiente fue dirigido tambien por el pianista y director ruso.De la obra de cámara hay que destacar su Quinteto para cuerdas (1997) y el Primer Cuarteto de cuerdas (1958), grabados por el Cuarteto Jean Sibelius. Si bien es a mi criterio en la orquesta donde Rautavaara hace más historia, resulta interesante rastrear los elemementos estructurales de su sonido en obras con pocos instrumentos. En general, los grandes sinfonistas han compuesto excelentes quartetos de cuerdas (Shostakovich, Beethoven, Dvorak y Brahms son ejemplos) y pareciera que hubieran tomado estas obras más pequeñas y esenciales como mapas, modelos donde ejercitar la arquitectura de los elementos que luego conformarán las complejas estructuras de sus sinfonías.Finalmente una obra coral, llamada Vigilia, no puede dejarse afuera de esta lista. Esta obra litúrgica explora sonoridades del coro y los solistas de manera única y representa un fabuloso recorrido espiritual (Coro de la Radio Finlandesa dirigido por Timo Nuorane). No puedo hablar mucho de las óperas. De todas ellas he podido ver y escuchar sólo Rasputin. El sonido orquestal sigue siendo Rautavaara; y el uso de las voces me recuerda un disco de canciones para bajo y piano que es muy inetersesante. Es verdaderamente particular la manera en que trabaja las voces bajas, ya sea en sus canciones como en Rasputin. El bajo Jirki Korhonen es único.Ojalá esta data le sirva a alguien para conocer un nuevo mundo. De eso se trata la música, de aceptar invitaciones para adentrarnos en espacios que poseen una lógica particular, en los cuales podemos quizás ver cosas de nosotos mismos que hasta el momento estaban escondidas."
Juan Hitters

Para escuchar una muestra de su música, he escogido  La sinfonía nº 7 "Angel de la luz",  y Cantus Arcticus, obras orquestales, de tendencia neoromántica y de gran belleza.

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