24 de abril de 2007

Manuel de Falla: Noches en los jardines de España




Seguimos en el siglo XX pero ahora con un compositor español: Manuel de Falla y una de sus obras más representativas y que a mí me gustan más. Me refiero a "Noches en los jardines de España".

Manuel de Falla ha sido uno de los compositores españoles más destacados del siglo XX. Nació en Cádiz el 23 de noviembre de 1876. De niño estudió música con su madre y otros profesores de su ciudad natal; ya de joven estudió composición con el prestigioso musicólogo y profesor Felipe Pedrell. Desde 1905 a 1907 enseñó piano en Madrid, y entre 1907 y 1914 estudió y trabajó en París. En el periodo transcurrido durante los años 1914 y 1938 vivió y compuso sobre todo en España. En 1939 fijó su residencia en Argentina, donde, el 14 de noviembre de 1946, murió.
Bajo la influencia de Pedrell, defensor de que las bases de la música de un país debían provenir de su propio folclore, Falla desarrolló un estilo claramente nacionalista que caracterizó prácticamente todas sus composiciones. No obstante, no solía utilizar las canciones folclóricas españolas de una manera directa en sus temas, sino que incorporó únicamente su espíritu. El elemento impresionista de su obra procede de compositores franceses como Claude Debussy y Maurice Ravel, a quienes conoció en París. Falla fue el adalid del movimiento contra la influencia de la música alemana e italiana en la ópera española, y contra la esterilidad de la música para orquesta y de cámara de su tiempo en España.
Entre sus composiciones tenemos Noches en los jardines de España (1909-1915) para orquesta y piano, la ópera La vida breve (1913), sobre texto de Fernández Shaw, los ballets El amor brujo (1915) y El sombrero de tres picos (1919), la Fantasía bética para piano (1919),la fantasía escénica El retablo de Maese Pedro (1924), el Concierto para clave y 7 instrumentos (1923-1926) y música para guitarra. Dejó sin concluir el oratorio La Atlántida sobre el poema de Jacint Verdaguer; lo terminó su discípulo Ernesto Halffter. Manuel de Falla murió en Alta Gracia, Córdoba (República Argentina).

(El poder de la palabra)



Manuel de Falla, aunque dedicó una pieza a los jardines de España, tuvo una orientación diferente. No menciona los grandes jardines de Aranjuez, que tuvo que haber conocido, pues su amigo íntimo Santiago Rusiñol, en cuya casa acabó la obra, fue pintor de jardines. Los jardines españoles que le interesaban a Falla eran todos andaluces. La pieza fue el primer disco de música española que poseí. Desde el primer momento me ha causado escalofríos. De todas estas cuatro piezas ha sido la que más me ha costado descubrir su sentido, descubrir qué pasaba de noche en los jardines de España. Pinta un mundo hermoso, emocional y violento, acaso peligroso, pero por último apacible y espiritual. Según Joaquín Turina, es la obra más triste de Falla, en la cual expresa un drama íntimo. Los tres movimientos son "En los jardines del Generalife," "Una danza lejana," y "En los jardines de la sierra de Córdoba." Los dos últimos movimientos se tocan sin pausa. El dedicado al Generalife fue para mí desde el principio el movimiento más comprensible, pues es el jardín andaluz mejor conservado. El Generalife, el sitio más agradable que conozco en el planeta, fue un jardín dedicado al amor y al mismo tiempo una expresión de él. Según Santiago Rusiñol, "así como hay artistas que del amor hacen poesía o música u obra de arte, hubo quien del amor hizo jardines, y fue el artista enamorado quien ideó el Generalife." Naturalmente no se trata del amor matrimonial ni procreativo: fue "nido de amores, mansión de sultana favorita, refugio de reyes, retiro acariciado por el perfume de las flores, los misteriosos susurros del bosque y el murmullo de las fuentes." Cipreses, frescura, exclusión del mundanal ruido. Albercas, escaleras de agua, fuentes, surtidores: agua, flores y frutas por todas partes. El agua, símbolo de la vida, fue el principal elemento decorativo. "Hoy mismo, sus ruinas tienen la vaga tristeza de los lugares que fueron teatro de añejas felicidadesy todo canta placer perdido, en ese mudo lenguaje de las cosas que llevan en sí el recuerdo." Pero el amor es el primer movimiento: el principio, no el fin. Manuel Orozco sugiere que la Danza lejana descrita en el segundo movimiento es una danza gitana del Albaicín: la lejanía desde la calle (Antequeruela Alta) que Falla escogería para su residencia granadina. Aunque el parecido es evidente, la sugerencia es demasiado literal. (Bien pudiera Falla haber empleado el título "Danza gitana," si quisiera.) La danza, refugiada en cuevas, que hoy conocemos como gitana no es sino reflejo de una tradición más antigua de danza hispanomusulmana, si no premusulmana o aun prerromana. Es una danza que rueda, gira, zapatea, más y más rápidamente hasta caer en el éxtasis. En su forma más inmediata, es la zambra, el ruidoso baile y fiesta prohibido después de la conquista de Granada. Para entender el simbolismo de esta danza, no encuentro mejor comentario que un análisis del baile del más famoso bailarín gitano de la literatura española, la Preciosa de Cervantes. En su baile, según Peter Dunn, "el espíritu y el cuerpo rivalizan, y su contienda se resuelve en ritmo y movimiento. Como acción, es al mismo tiempo energía sensual y una imitación del orden puro, del orden del movimiento. Es así a la vez una imitación de los poderes físicos del mundo y de las formas íntimas de naturaleza. Como movimiento alrededor de un eje repite la danza de las estrellas, los planetas y los elementos alrededor de su centro. La bailarina siempre vuelve al centro de su propio círculo; ése es el punto al que el cuerpo es atraído, al que debe volver cuando más alejado, como bien lo intuyen bailarina y espectador. La poesía y la danza, por lo tanto, absorben y transforman lo orgiástico." El baile andaluz tiene un sentido metafísico. Representa la tierra y las estrellas. Une el hombre con el cosmos. Sigue, sin interrupción, una danza aún más violenta, la de los jardines de la sierra de Córdoba. Por muchos años me preguntaba por el sentido de estos jardines. Por casualidad encontré, curioseando en la gran biblioteca del cervantista José María Casasayas, un libro publicado dos años antes del estreno de la obra de Falla. Se trata de Ibn Masarra y su escuela. Orígenes de la filosofía hispano-musulmana, de Miguel Asín Palacios. Falla tuvo interés en la historia andaluza—consta en su Festival del Cante Jondo—y fácilmente tendría contacto con este libro o con lectores o reseñas de él. Los jardines de la Sierra de Córdoba tienen que ser los del eremitorio de Ibn Masarra. Fue el habitante más renombrado de dicha sierra. Ibn Masarra fue el fundador del poco conocido sufismo español. Las danzas violentas del tercer movimiento tienen que ser danzas sufíes, danzas místico-eróticas, danzas hacia Dios y hacia el orgasmo, que serían una misma cosa. Y la paz y el bienestar con que el movimiento acaba, son a la vez, inseparablemente, sexuales y espirituales. Naturalmente una obra tal me encantó, aunque no la entendiera hasta hace poco. En Noches en los jardines de España, Falla pasa desde lo existente a lo desaparecido, del presente al pasado, del amor humano al amor divino, del este al oeste, de Granada a Córdoba, del último reducto del Islam hispánico a su plenitud. Recrea un mundo apasionado y apasionante, no sólo desaparecido sino oculto. Su evocación musical hizo mucho para que me dedicara al estudio de la cultura hispánica. Pero mis clases de literatura e historia españolas, en las cuales España se identificó completamente con Castilla, no me lo explicaron. He tenido que estudiarlo por mi cuenta.
(Daniel Eisenberg)


NOCHES EN LOS JARDINES DE ESPAÑA, para piano y orquesta.
Dedicada a Ricardo Viñes.
Fecha de composición: 1909-1916
Fecha y lugar de estreno Madrid, Teatro Real, 9 de abril de 1916. Orquesta Sinfónica de Madrid; dir., Enrique Fernández Arbós; José Cubiles, piano.
Partes I. "En el Generalife" - II. "Danza Lejana" - III. "En los jardines de la Sierra de Córdoba". Duración 23 minutos aprox.
Plantilla 2 flautas, piccolo, 2 oboes, corno inglés, 2 clarinetes, 2 fagotes, 4 trompas, 2 trompetas, 3 trombones, tuba, timbales, percusión, celesta, arpa, cuerda y piano solista.

He escogido la versión de Arthur Rubinstein con la Orquesta sinfónica de San Francisco dirigida por Enrique Jordá en 1957

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8 de abril de 2007

Música minimalista




Voy a seguir en el siglo XX; y lo voy a hacer con una muestra de una de las múltiples corrientes de este siglo: el minimalismo. He escogido a uno de sus músicos más representativos: Steve Reich.



Compositor e intérprete estadounidense, uno de los principales representantes del minimalismo y cuyo verdadero nombre es Stephen Michael Reich. Nació en Nueva York en 1936, estudió en la universidad de Cornell, la Juilliard School y el Mills College. Varias de sus primeras obras como It's gonna rain (1965) y Come out (1966) están compuestas para grabación en cinta magnetofónica con pequeños fragmentos hablados que se repiten, se unen y se entretejen, haciendo del ritmo su principal característica y desarrollando un contrapunto basado también en valores rítmicos. Este tipo de música, que recibe el nombre de 'minimalista', surgió en Nueva York en la década de 1960 especialmente de la mano de Terry Riley, quien ejerció una influencia directa en Reich y más tarde en Philip Glass. A finales de los sesenta, Reich desarrolló la técnica conocida como 'de fases', en donde dos o más instrumentos interpretan una frase idéntica pero a velocidades diferentes. Este procedimiento fue utilizado por Reich en Piano phase (1967) para dos pianos y especialmente en su obra más destacada de este periodo: Drumming (1971), composición de 70 minutos en cuatro movimientos para bongos, marimbas y celesta. En la década de 1970 su estilo fue evolucionando con el uso de frases rítmicas que se interpretan a una misma velocidad pero en forma de canon, para formar una textura compleja a partir de un material sencillo. Estos recursos fueron utilizados por Reich en Music for 18 Musicians (1976), Vermont Counterpoint (1982) para 11 flautas (10 de ellas pregrabadas en cinta) y en su máximo exponente The Desert Music (1984) para orquesta y coro. La composición Tehillim (1981), conjunto de cuatro salmos en hebreo, combina un fuerte ritmo, acordes prolongados y una melodía vocal inspirada en la música folclórica judía. En sus últimas obras Reich vuelve a utilizar voces pregrabadas en cinta magnetofónica, aunque ahora la melodía de las frases habladas, de mayor longitud, así como el ritmo, son utilizados como motivos por los instrumentos acompañantes, muy al estilo de Leoš Janácek. Reich utiliza esta técnica en Different trains (1988) para cinta y cuarteto de cuerda y en The Cave (1993), obra multimedia realizada en colaboración con su mujer Beryl Korot, especialista en vídeo. Este es uno de sus proyectos más ambiciosos.
(El poder de la palabra)

He escogido una de sus obras más representativas: Music for 18 Musicians de 1976. Obra de gran riqueza arnónica y rítmica que, al igual que Drumming, Different Trains o City Life, marca la plenitud de un momento creativo y de una etapa de exploración en un contenido específico. De hecho, esta partitura resume las investigaciones de Reich en la música de percusión africana, el gamelán de Balí y la tradicción occidental antigua.

La versión escogida es la de Steve Reich Ensemble en un disco ECM del año 2000

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